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domingo, 19 de febrero de 2012

A veces duermo con los ojos abiertos

A veces duermo con los ojos abiertos. No sé si es algo extraordinario o le pasa a todo el mundo. Pero de repente me veo en lugares a los que no recuerdo haber ido u observando cosas que no miraría. Me recuesto sobre lirios o flores de lis y duermo con los ojos abiertos. 
Es un estado que te permite observar las cosas que normalmente no se ven: ese crecer imperceptible de las uñas, el sonido que hacen los muebles cuando respiran -ese crujido, ¿sabéis?-, los latidos de tu corazón aunque suenen a muchos kilómetros, la tierra aspirando aire, en una bocanada desesperada y agonizante por seguir rotando. No me pasa a menudo, sólo a veces, pero eso me aleja de lo material, de las personas cotidianas que hablan sobre lo que ven por la tele, sobre las prendas que se han comprado, sobre la superficie de las cosas, y me instala en la soledad. Esa soledad tan íntima, tan personal, que dificilmente se distingue de nuestro rostro reconocido en el espejo. Habitualmente las personas que amo son las que me rescatan de la soledad, me pescan de los abismos hondos y poco iluminados con algún cebo interesante, no siempre el mismo: unas risas, un dolor, un aprendizaje, una imagen, un poema, una profundidad. Y entonces es cuando...
puedo recoger. Sí, a veces recojo lo que se puede recoger, hago cosecha, vamos, todo aquello que ha madurado a mi alrededor mientras dormía con los ojos abiertos.
Sigo amándote. Nada cambia. Estoy loca.

10 comentarios:

Sbm dijo...

Enhorabuena a tu corazón, pulmones, intestinos, apéndice, páncreas... y sobre todo a tu cerebro. Enhorabuena a tu "dentro", me encanta volver a palparlo.

Un beso. Estás loca. Me encanta.

Anónimo dijo...

Suerte la tuya, al disponer de una visión tan espiritual, que te permite ver el alma de las cosas que la gran mayoría no apreciamos. Tal vez sea mucho más real lo que no se ve, que lo que aparece ante nuestros ojos. Yo en cambio solo veo esa superficie que dices, en realidad no puedo ver nada, por mucho que lo intento. Por eso también te creo en ese eterno amor a las personas que forman tu vida. Todo nos cambia por segundos, aunque nos neguemos a aceptarlo. Quién no padece de locura o lo ha sufrido alguna vez, entonces ni existe, ni le habrá valido la pena vivir.

Rorschach Kovacs dijo...

Me ha gustado mucho, profundo y real. Y el truco literario del final, con esas tres frases cortas…bien, bien, bien.
Besos.

M dijo...

...ese crecer imperceptible de las uñas..y de otras pequeñísimas cosas...

Ada dijo...

Sbm, :)

Mikael, algunas cosas no cambian

Ros, truco literario inconsciente, en todos caso...

Mónica, no vemos los cambios, pero ocurren, mmm, tal vez incluso para esas "algunas cosas que no cambian"

volboretinha dijo...

Que bonito, Ada. Si es que para escribir así de bien, algo especial tenías que tener!! De loca nada hermosa!! Bien cuerda que estás!!.besicosss

Poeta per un dia dijo...

Me ha gustado Ada... a veces dormimos con los ojos abiertos, otras vivimos con los ojos cerrados, y nos perdemos un montón de cosas... quien inventó eso de cerrar los ojos al dar (recibir) un beso debería ser desterrado, o condenado a no besar más... ;)

g

Sara O. Durán dijo...

Se te nota queridAda, esa capacidad de viajar hasta el interior de cada cosa que tienes cerca, de alcanzar lo que no te rodea y que está muy lejano, tal vez todavía inexistente. Vas descubriéndolo, con tu imaginación asida a tus sueños, que da cadencia a tus palabras y nos regalas con tanta belleza. Me gusta esa nostalgia que se hermana con lo que viene y lo que queda latente. Escribes de una manera profunda... Te lo has ido permitiendo y me alegro mucho.

Ada dijo...

Vol, si no estoy loca pronto me volveré, ay que estrés hoy...

Poeta, qué alegría verte por aquí! Se me acaban de abrir mucho los ojos ;)

Sara, muchas gracias, lo cierto es que a veces es necesario ese viaje interior para escapar de la crudeza de la realidad. Un beso.

el paseante dijo...

A mí me sucede cuando camino solo por el campo. Sin nadie que me destraiga, me doy cuenta de las plantas que crecen imperceptiblemente a su ritmo, sin prisas, sin agobios. O de los pájaros, que escucho cómo picotean sus plumas supongo que eliminando insectos. O de las hormigas que dibujan filas de transporte de alimentos. Son cosas de las que nos priva el ruido de nuestra vida.