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domingo, 4 de marzo de 2012

Cambio de casa

Estos días de descanso, me han servido para encajarme bien y trasladarme de casa. Espero que os sintáis cómodos en ella y continuéis visitándome. 
Mi nueva casa:
http://casazar.blogspot.com

miércoles, 29 de febrero de 2012

Galería en blanco










...y unos días de descanso...
Hasta pronto!

martes, 28 de febrero de 2012

Mmmmmmmmmm

Le vi pegado al cristal de la nueva confitería. Se movía nervioso de un lado a otro del cristal e instantáneamente, se paraba y bien quieto, con los ojos fijos en cualquier pieza, babeaba un poco, hasta que la saliva le resbalaba por el cuello. Entonces, volvía a ponerse en marcha, cuatro pasos a la izquierda, cuatro a la derecha. 
En el interior de la tienda, no le veían porque el mostrador estaba a su derecha y así la visión del escaparate se escapaba. Sonreí. La tercera vez que inició el movimiento, me acerqué.
- Yo me comería una fresa caramelizada. Mmmmmm, una bomba de azúcar, esponjosa como una gominola, pero con el corazón de fuego, derritiéndose ácidamente a cada mordisco.
Me miró desconfiado.
Continué:
- Y también me comería un pedazo de esa tarta de hojaldres con crema quemada y kiwi maduro por encima, esa que termina en una capa de confitura, ¿quieres un trozo?
Supongo que no se creía que iba a comprarle nada.
- O si lo prefieres, nos comemos un buñuelo relleno de nata con azúcar glass y virutas de chocolate por encima.
La sorpresa podía reflejarse en su cara.
- Oye, vale! No me mires así! ¿un simple bombón de chocolate relleno de toffie?
Entonces empezó a reir. A carcajada limpia.
- Pensaba, pensaba -balbuceó entre los sonidos guturales que le provocaba su risa, entre espasmo y espasmo, entre respiración asmática y carcajada maquiavélica -, pensaba que sólo tenía poder sobre ti cuando estabas triste... Lo quiero... todo.
Así habló el monstruo que tengo en mi barriga... y entonces yo, incapaz de hacer otra cosa, tiré una piedra al cristal y me lancé a devorar los pasteles. La pobre dependienta chillaba y yo intentaba decirle con los ojos que no le iba a hacer daño, que sólo quería comer esos manjares, y en realidad ni siquiera yo, sino el monstruo de mi barriga, pero no me entendió. 
Cuando llegó la policía, me sentía mareado, como si me hubiera emborrachado. En realidad es que me había cortado con los cristales y todo el azúcar que entraba por la boca se iba vertiendo desde mi herida abierta. Supongo que comí fresas caramelizadas con sangre sin darme cuenta.
Todos pensaron que eso era muy grave y que había llegado el momento de ponerme un globo en el estómago. Ingenuos, sólo conseguiremos entretener al monstruo de mi barriga y que vuele más alto. 

lunes, 27 de febrero de 2012

La Luna, Venus y Júpiter

Anoche les vi, en un triángulo escaleno difícil de reproducir. 
En la esquina superior derecha está Júpiter. En la inferior izquierda, Venus. 
Cuesta verse, lo sé, pero ahí estaban. Supongo que hoy continúan ahí. 

domingo, 26 de febrero de 2012

sábado, 25 de febrero de 2012

Deseos


Hazme un tipi, anda, aunque sea tan frágil que el primer temporal se lo lleve, pero hazme un tipi donde jugar y refugiarme de los tropiezos. Juega conmigo un rato a indios y vaqueros, anda. Me pido el indio...


Armamé una señal anda, aunque sea de cantos rodados y se desarme fácilmente al primer golpe de a-mar, pero hazme una señal de piedras para encontrar el camino y no perderme. Guíame un rato, anda, que yo te sigo.


Encuéntrame el esqueleto de un árbol, anda, y conviertelo en un castillo. Aunque no tenga torres ni escalinatas, ni haya príncipes azules. Explóralo conmigo, anda, que este piso es muy frío.

Regálame los frutos del mar, sus tesoros, aunque no pueda cambiarlos por nada útil. No dejes de jugar conmigo ni olvides la infancia que llevamos dentro. Sonríe, anda. Hazme de nuevo. Ármame. Encuéntrame. Regálame tu compañía.

viernes, 24 de febrero de 2012

Bar España


Eugéne era francés. Tenía 44 años cuando ella tenía 20. Era profesor de música cuando ella era dependienta de una librería. Era vivido cuando ella era ingenua. Juntos estudiaban pintura. Se encontraban dos veces por semana durante dos años, justo después de comer, en la parada de autobús del Corte Inglés y viajaban juntos hasta la clase, un camino de cuarenta minutos que dio para conocerse y atraerse. 
Recordaba poco de él ahora: que su boca olía a tabaco i/o lentejas, que era ácido e irónico, que su barba empezaba a encanecerse y su cabeza a pelarse, que llevaba unas gafas pequeñas, redondas, que disfrazaban unos ojos atractivamente miopes, que su casa estaba desordenada y sucia, que tenía música italiana, que le prometió grabarle una cinta -una cinta, no un CD- que nunca llegó, que la banda sonora de "El Piano" le parecía simple y básica, que bailaría con ella "El corazón partío" de Alejandro Sanz una sola vez, que se emborracharía con ella una sola vez, que en su despedida le besaría en la comisura de los labios, una sola vez, una tarde lluviosa. 
Eugéne vivía en un cuarto piso, justo encima del Bar España. No tenía telefonillo y la norma era gritar su nombre desde abajo. Entonces él se asomaba al balcón, lanzaba sus llaves y ella subía. Esa era la idea. Pero lo cierto es que ella no podía gritar. Se quedaba minutos esperando en la puerta, como una perra desorientada. Después, cuando ya no aguantaba sentirse tan ridícula, le llamaba desde la cabina de la plaza -desde la cabina, no desde el móvil- que estaba a unos 50 metros de la casa y él se burlaba de ella ácida e irónicamente, pero siempre le tiraba las llaves. 
El Bar España, en aquel tiempo, era un bar de barrio, de esos con las paredes ahumadas, los suelos pegajosos y los clientes fijos, pocos, el borracho, la prostituta retirada, los tres obreros. Y el profesor de música. Ahora, reformado, era un bar de pijos. Pinchos, cañas, mojitos. Eso de noche. De día, menú por 12,50 sin IVA ni cafés incluídos. Más de 15 años sin volver a pisar esa calle, más de 15.