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viernes, 24 de febrero de 2012

Bar España


Eugéne era francés. Tenía 44 años cuando ella tenía 20. Era profesor de música cuando ella era dependienta de una librería. Era vivido cuando ella era ingenua. Juntos estudiaban pintura. Se encontraban dos veces por semana durante dos años, justo después de comer, en la parada de autobús del Corte Inglés y viajaban juntos hasta la clase, un camino de cuarenta minutos que dio para conocerse y atraerse. 
Recordaba poco de él ahora: que su boca olía a tabaco i/o lentejas, que era ácido e irónico, que su barba empezaba a encanecerse y su cabeza a pelarse, que llevaba unas gafas pequeñas, redondas, que disfrazaban unos ojos atractivamente miopes, que su casa estaba desordenada y sucia, que tenía música italiana, que le prometió grabarle una cinta -una cinta, no un CD- que nunca llegó, que la banda sonora de "El Piano" le parecía simple y básica, que bailaría con ella "El corazón partío" de Alejandro Sanz una sola vez, que se emborracharía con ella una sola vez, que en su despedida le besaría en la comisura de los labios, una sola vez, una tarde lluviosa. 
Eugéne vivía en un cuarto piso, justo encima del Bar España. No tenía telefonillo y la norma era gritar su nombre desde abajo. Entonces él se asomaba al balcón, lanzaba sus llaves y ella subía. Esa era la idea. Pero lo cierto es que ella no podía gritar. Se quedaba minutos esperando en la puerta, como una perra desorientada. Después, cuando ya no aguantaba sentirse tan ridícula, le llamaba desde la cabina de la plaza -desde la cabina, no desde el móvil- que estaba a unos 50 metros de la casa y él se burlaba de ella ácida e irónicamente, pero siempre le tiraba las llaves. 
El Bar España, en aquel tiempo, era un bar de barrio, de esos con las paredes ahumadas, los suelos pegajosos y los clientes fijos, pocos, el borracho, la prostituta retirada, los tres obreros. Y el profesor de música. Ahora, reformado, era un bar de pijos. Pinchos, cañas, mojitos. Eso de noche. De día, menú por 12,50 sin IVA ni cafés incluídos. Más de 15 años sin volver a pisar esa calle, más de 15. 

11 comentarios:

M dijo...

Se llevan veinticuatro. ahora no se nota pero cuando sean mayores si.

Sara O. Durán dijo...

Qué maravilla de narración, mucha distancia temporal, pero en eso radicaba, supongo, el gran atractivo de Eugéne esos 2 años.
Feliz finde!

volboretinha dijo...

Yo creo que la mayoría de mujeres hemos tenido a nuestro Eugéne!! Que recuerdos de noches esperando en la cabina para poder tener una conversación medianamente intimaaaaaa!!

Anónimo dijo...

Interesante relato y compleja forma de ser de la protagonista. Nunca he entendido como hay mujeres que puedan soportar a individuos con una “personalidad tan arrolladora”. Me alegro por el bar España, es lo único del relato que ha sabido adaptarse a los tiempos.

Sbm dijo...

Echo de menos las antiguas tabernas de mi ciudad, donde se bebía vino en cuncas y de vez en cuando aparecía algún músico y se le unían otros con gaita, pandereta, flauta y violín, y toda la gente de la taberna cantaba alegre y amigable. Recuerdo uno en particular que mantiene su vestido pero se ha llenado de niñitos borrachos que montan bronca y desde hace años rompieron todas las cabinas telefónicas que existían por los alrededores. También echo de menos a M, una profesora que creó en mí el molde de la mujer perfecta y a la que vi hace cuatro años, ya muy mayor e invité a un café que rechazó para otro momento que nunca llegó. Siento que estos tiempos tienen bastante que envidiar a los de hace veintipico años. Tal vez demasiado. Un beso, Adiña.

Ada dijo...

M, bueno, entonces también se notaba, te lo aseguro.

Sara, me temo que sí, que su único atractivo era ese: hombre maduro-chiquilla.

Vol, tal vez deberíamos decir: nacemos, crecemos, tenemos a Eugéne, nos reproducimos y morimos :)

Mikael, te lo explico: la prota tenía 20 años.

Sbm, qué recuerdos! cada tiempo tiene su tiempo y en la memoria, florecen o se marchitan, según los pasos que hemos ido dando en la vida y todo lo que hemos aprendido o no. Creo...

Poeta per un dia dijo...

Preciós relat! Una agredolça copa de melangia, enyorança ... Seria molt interessant llegir la mateixa història narrada per Eugéne ... Petons!

jota dijo...

Y Eugéne, vivirá todavía? y ella seguirá siendo ingenua a sus más de 35? Se reconocerían si se vieran en el bar de pijos?...estoy preguntón.
La verdad que no me gustan las reformas en mis garitos habituales.

Un abrazo

María dijo...

Coincido con tu galería azul y tu colección de piedras y conchas ADA, con el regusto medio melancólico pero no triste, de este escrito tuyo que ... no sé por qué, seguro que tiene mucho de verdad, porque suena a real.. al menos escribes así y me ha gustado.

A veces me pregunto por qué y cómo se pueden dar tantísimas veces estas historias que cuando las lees, siempre piensas pero ¡¡mira que somos bobas rematadas!! :-) noooo, por favor... no lo digo por ti... en absoluto... lo digo, por todas:))


Un placer ADA

Es curioso, donde he visto que coincidimos... que sepas que esas paradas del autobús donde nos hemos visto hace muy poquito que las frecuento... últimamente me ha dado por aventurarme en lo desconocido jajaja si me ves esperando bajo algún bar España...¡¡sácame de allí, aunque sea a rastras por favor!!:-)


Un besito ADA

Ada dijo...

Poeta, estoy segura que los recuerdos de Eugéne serían muy distintos.

Jota, Eugéne vive, igual que siempre pero canoso, sesentón con alma de niño, tutor de una clase de instituto, feliz entre las chiquillas.

Maria, bienvenida a mi casa! En los Cuentos Chinos nunca se sabe qué es real o qué inventado, pero siempre escribo de verdad :) Un abrazo!

el paseante dijo...

Pues yo tengo 47 años, mi aliento huele a tabaco o a lentejas, mi barba comienza a blanquearse y mi cabeza a pelarse, vivo en un piso sucio... Creo que voy a apuntarme a clases de pintura.