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domingo, 18 de septiembre de 2011

Morirse muchas veces mucho

Mariela adoraba un verso del poeta Ángel González, aquel que decía "para vivir un año hay que morir muchas veces mucho". Se lo aprendió de adolescente, durante el primer curso de la carrera de Bellas Artes y desde entonces lo iba recitando a menudo, a penas sin darse cuenta, como quien dice "hola, qué tal. Se acostumbró a la excentricidad de escribirlo una palabra en cada uno de los billetes que tenía en su cartera, con la idea de que un día el azar juntara en el bolsillo de una sola persona el verso entero.
No cesaban las ocasiones propicias para decirlo: cuando le cortaban el pelo, cuando se le rompía un zapato, cuando moría alguien conocido, cuando se acatarraba...Sin embargo, había una fugacidad de la vida por la que no estaba dispuesta a pasar: por el envejecimiento de su piel. 
No iba a dejar que su piel se muriera muchas veces mucho y que terminara llena de arrugas y manchas pigmentadas por los rayos solares. Así que se protegía continuamente con cremas y filtros, con parasoles, pañuelos, maquillajes dermoprotectores, masajes y tratamientos varios. No era consciente de ello, pero su cara cada vez parecía más artificial, blanca pura, eterna en un devenir de cambios marchitos.
Un día de junio paseaba por su ciudad, parasol en mano, como una geisha occidental, ajena al mayor cambio que iba a devenir: le cayó encima un suicida desde un onceavo piso. Murieron los dos en el acto. El suicida, un hombre de unos setenta años, con la piel muy arrugada y el cuerpo enfermo, tenía apretado dentro de la mano un billete de cinco euros con la palabra MUERTE escrita en el anverso. Antes de saltar, aterrorizado, pidió a Dios una señal que le guiara.

6 comentarios:

PS dijo...

Hay batallas inútiles contra las que uno no puede luchar, se muere "muy mucho" en cada incursión.

Además de la reflexión, que te agradezco, me has recordado a mi abuela. Nunca dejó que un rayo de sol manchara su piel. Murió con las mejillas intactas pero con la intensidad de muchos años vividos.

monica dijo...

El sol es muy bueno. Da vitamina C. Pero no hay que abusar de él.
De todos modos depende del color de la piel, del color del pelo, del color de los ojos para que sea mas o menos aconsejable tomarlo...
Cuando fui a Versalles me llamó la atención que las orientales llevaban los parasoles (por la inmensa plaza y sin ningún árbol), y hacía tanto calor que me hubiera encantado tener yo uno en esos momentos.

Marta dijo...

Me ha encantado esta pequeña reflexión; gracias por compartirla. Qué nostalgia pensar en Ángel González y qué paradójica es la vida, una vez y siempre.

Anónimo dijo...

Me estás hablando en serio?? Uaaau, que historia.

Ada dijo...

País, ciertamente...

Mónica, vitamina C o vitamina D, la cuestión es que es bueno en su justa medida, como todo.

Marta, ¿también te gusta Ángel González? Fue un gran poeta, poco conocido en según que partes de nuestra geografía.

Rombooooooooo, claro que no, me lo inventé, pero quien sabe! ya dicen que a menudo la realidad supera la ficción!

el paseante dijo...

Pues hace pocos años (como dos o tres) leí la noticia de un suicida que cayó sobre un peatón y murieron los dos. El periódico no mencionaba ningún billete de cinco euros.