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viernes, 30 de septiembre de 2011

Amor y Fe

Se casaron en una playa de arena blanca de la isla tailandesa de Ko Chang, la isla elefante. Sus fortunas y excentricidades se lo podían permitir. No era una boda legal en España, pero realmente lo que les importaba era el rito y la fiesta. Querían -sobre todo él, creédme - una ceremonia llena de papeles de seda y velas aromáticas, de orquídeas y conchas marinas, de mucho blanco y oro, de licores y manjares deliciosos. Y además ambos creían en la frase de Kierkegaard: "Si te casas te lamentarás; si no te casas, también lo harás", así que no se lo pensaron dos veces.
Curiosamente no se regalaron anillos, sino dos piedras, cada una en una mitad de coco. Una piedra rezaba "Amor"; la otra decía "Fe". Juntas las mantuvieron al volver a casa, en el salón para las visitas de su ático de l'Eixample de Barcelona. Juntitas siempre, las piedras de la Fe y el Amor, cerca del Buda de marfil y los objetos exóticos de sus numerosos viajes, como una protección sagrada. 
Pero al año de vivir juntos, las peleas y los desencuentros se hicieron tan insoportables que terminaron, como tantos otros, rompiendo su relación. Se repartieron sus cosas amigablemente -a ninguno le faltaba de nada y lo material era accesorio-, pero la duda principal llegó con el reparto de los cocos. ¿Quién se quedaba "Amor" y quién "Fe"? Ella lo tuvo claro: "Tú te quedas el amor -le dijo- porque tienes que aprender a usarlo. Yo me quedo la Fe porque la he perdido". Quería recuperarla para ser capaz de amar de nuevo a otro.

9 comentarios:

Pitt Tristán dijo...

Curiosa historia y muy bien contada. El que se casa por segunda vez demuestra el triunfo de la esperanza sobre la experiencia.

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho, por su delicada crudeza y realidad.

Me hacen pensar tus posts, eso es muy positivo.

Yo también hubiera escogido la piedrecita que decía "fe". Y más en esta época vital mía.

M dijo...

De dos cosas no hay que preocuparse de lo que tiene solución porque la tiene y de lo que no no tiene solución porque no la tiene...
Ya se que es fácil decirlo y muy difícil hacerlo...

el paseante dijo...

Creo que alguien que va a una isla remota para casarse, entre papeles de seda y velas aromáticas, no quiere a su pareja. Se quiere a sí mismo. Y no importa el coco con que se quede.

Anónimo dijo...

Te superas post a post Ada. Genial forma de narrar los sentimientos...

Ada dijo...

Pitt, ya lo dicen: la esperanza es lo último que se pierde :)

Amber, hay que procurar no perder la Fe. Tengo esta piedra en casa, al lado de mi cama, y últimamente la miro mucho. Cuando me siento mal la sostengo un rato entre mis manos. La Fe se puede esconder, pero afortunadamente nunca se pierde del todo.

Monica, sí, muy difícil, pero sin duda es un consejo sabio.

Bien, Paseante, tú siempre ves más allá: exactamente, el egoismo es el punto -aunque el escenario es absolutamente intrascendente-.

Rombo, gracias! :)

LQVL dijo...

Me ha encantado la forma en la que expresas tus sentimientos

Delicada, sensible, frágil... Qué belleza

Te seguimos

Besos
Lourdes

Glo.Bos.blog dijo...

La Fe y el Amor son imprescindibles para vivir plenamente, y hay que cultivarlos.
Pero la fe ciega y el amor ciego nos hace intransigentes y egoistas.

Ada dijo...

Gracias mil, Libros que voy leyendo.

Globos, estoy de acuerdo...