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domingo, 7 de agosto de 2011

Un pez en el bosque

Encontró un pez en el bosque, entre las hojas secas y la bruma de la mañana recién nacida. Alguien lo había grabado sobre una piedra, como si fuera un fósil y lo había dejado en un bosque que no tenía río ni jamás lo tuvo. No llegaba a entender qué querría decir aquella vulva cerrada, aquella concha hermética, aquel óvalo fuera de lugar, así que simplemente se sentó a su lado y lo acarició con la punta de su dedo índice. Cerró los ojos mientras lo hacía y la voz del viento suave que soplaba entre los árboles la transportó a un océano de olas. Imaginó que se agarraba a la cola del pez plateado y se dejaba llevar aguas adentro. Imaginó que podía respirar bajo el océano, que el pez-paz la calmaba y así notó cómo los latidos de su corazón se relentizaban, cómo la quietud amasaba sus mandíbulas y la placidez cubría sus párpados. 
La encontraron muerta unos días después, desnuda sobre las hojas, junto al pez grabado. Estaba completamente mojada de lluvia salada.

7 comentarios:

Miguel Bueno Jiménez dijo...

Gracias por el enlace.
Besos
Piedra

Anónimo dijo...

Bonita historia, pero muy triste.

Me ha recordado, lejanamente, a una excelente película del
genial I. Bergman: "El manantial de la doncella".

Saludos cargados, todavía, de nostalgia,

Ámber

Januman dijo...

Me gusta devolver una visita. Vendré con más tiempo. Nos leemos.

Ada dijo...

Buscando belleza, Piedra, siempre...

Besos, Amber.

Januman, gracias.

PS dijo...

A pesar del riesgo de despertar convertida en agua salada recorro siempre los dibujos grabados en la piedra, como un ritual.

Me gusta tu casa y tu hospitalidad ;-)

Ada dijo...

Bienvenida, Pais!

. dijo...

podría hacerse un cortometraje con este cuento, y sería maravilloso!