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sábado, 1 de octubre de 2011

El pozo

Parecía que a todo el mundo, la palabra pozo la transportaba a un agujero negro y hondo. Él, sin embargo, siempre retenía su mirada en la parte alta de los pozos y pocas veces iba más abajo. A veces, incluso olvidaba la parte inferior y nunca sentía deseos de asomarse cautelosamente como hacían todos. Ni siquiera de niño. Así que pudo ahorrarse entonces todas esas leyendas aterradoras de mujeres que vivían en los pozos, de seres monstruosos que te arrastraban si te asomabas. 
Él, como digo, sólo miraba y admiraba las bocas de los pozos. Se entrenía en la polea y en las cuerdas, en los arabescos del hierro forjado cuando los había, en las estructuras construídas para que los pozos dejaran su sombra de oooooooooo remolino colgada de un asidero. 
Aquel le gustaba especialmente porque se dirigía hacia el cielo y parecía que tenía que ser más infinito que profundo. 
Como tenía un día melancólico, decidió asomarse un poco, algo inaudito en él. Ahí dentro, un hombre alto y de ojos grandes le observaba y se agarraba de los lados como para darse impulso y saltar hacia él. No se acobardó y le miró también fijamente. Cuanto más se agarraba el fantasma a los lados del agujero, más se agarraba él a la boca del pozo. No quería perder la estabilidad, en caso de sorpresa. Así se mantuvieron horas, días, semanas, meses, estaciones, años. Hasta que no se secó como una pasa sin vida el fantasma del pozo tampoco desapareció. Lástima que nunca supo que aquel era sólo su reflejo, no un ser a quien temer o de quien defenderse. Después de todo, la mala fama de los pozos de nuevo hizo su trabajo, incluso con aquel que siempre los había ignorado. 

10 comentarios:

Incógnita dijo...

Tantos niveles tiene este relato...
Muy bueno Ada!

Princesa Ono dijo...

Cuando he leido el título he pensado en un poco al que se le tiran monedas para pedir un deseo. Esos son los que a mí me gustan. Muy buena historia.

M dijo...

Cuando oigo la palabra pozo siempre me acuerdo de un pozo que hay en un jardín y cuando yo era pequeña había unos columpios cerca y siempre pasabamos con cuidado por ahí...

Anónimo dijo...

Es el mejor relato sobre pozos que jamás he leído... Le has dado, sin duda, otra dimensión a la palabra, a la idea... Bravo Ada.

Ada dijo...

Incógnita, gracias! sobre pozos va ahora la cosa

Princesa Ono, ¿puedes creer que a estos los tenía completamente olvidados? qué pena por mí.

Monica, tú -como yo- te has quedado con la visión negra de los pozos. ¿Leíste el comentario de Princesa Ono?

Rombo, gracias, gracias, me alegro que te haya gustado.

Kristalle dijo...

A mi cuando me hablan de pozos me acuerdo de cuando me ablan de los pozos de los deseos...
no sé porque...


feliz dia!:)

Ada dijo...

Tu también tienes una mirada limpia, Ainnoa. Gracias por visitarme.

M dijo...

Iré a ver ese pozo tendrá veinte mil hierbas pero está ahí. El nogal que estaba cerca lo cortaron.., qué pena!

el paseante dijo...

Es peligroso asomarse al interior de uno mismo. Jamás lo hago, no vaya a ser que me quede hipnotizado por el monstruo que habita allí.

Ada dijo...

No es un monstruo, Paseante, eres tú.