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domingo, 20 de noviembre de 2011

DULCINEA


La fascinación era su motor, su particular café con leche matinal que le permitía empezar el día con fuerza inyectándole en las venas ese pañuelo de gasa que le enturbiaba la mirada y hacía bello lo corriente y hacía supremo lo cotidiano. Lo sabía, pero no le importaba, de hecho estaba enganchado a la fascinación.
“Me fascinas”-murmuraba a los oídos de sus conquistas el día que se cansaba de su presencia. Ellas, vírgenes en temas de fascinación, lo tomaban como un cumplido o una declaración de amor, pero lo cierto es que era lo peor que podría decirles ya que era el reconocimiento de una fantasía y eso era el principio del fin.Pero esa vez iba a ser diferente. 
Hacía tiempo que la tenía en su pensamiento. La observaba en silencio moverse por los pasillos del supermercado colocando la verdura en sus cajas, transportando las cajas vacías hacia al almacén, etiquetando los precios y recolocando el género. Veía tan gráciles sus movimientos que parecía danzar en lugar de trabajar, su piel brillaba por el sudor congelado nada más aflorar a su piel, gracias al frío de las cámaras; su pelo recogido en aquella gorra poco favorecedora parecía un regalo a punto de abrirse, sus caderas y su trasero le invitaban a poseerla, cada vez que se agachaba a recoger una lechuga. La observaba en silencio y estaba seguro que era una mujer extraordinaria: un volcán en la cama, una dulzura en el día a día, una belleza interna y externa esperándolo solo a él.
Pronto deseó escuchar su voz así que una mañana se dirigió a ella para preguntarle el precio de las judías verdes. Lo cierto es que su voz resultó ser un poco aguda y su primera reacción fue de rechazo, pero poco a poco le sonó a flauta travesera o a canto de pájaro. También era cierto, que su vocabulario no era muy elevado pero su espontaneidad todavía le fascinaba. Pasó un tiempo prudencial en el que desplegó todos sus encantos hasta que logró una cita con ella. Lo cierto era que estaba casada y tenía dos hijos pequeños, pero decidió obviar ese pequeño detalle y concertó una cita un viernes por la noche, después de su turno de tarde.
Fueron a comer a un japonés, pero ella –contrariamente a lo que él había imaginado- odiaba el pescado crudo y se pasó toda la cena incómoda e inapetente. Para compensar el desacierto, habló por los codos esa noche, pero ella –contrariamente a lo que él había imaginado- era incapaz de seguir una conversación coherente y se pasó toda la noche nerviosa y soltando monosílabos. Para compensar la equivocación, después de cenar, la llevó a dar un paseo por la bahía, pero ella –contrariamente a lo que él había imaginado- se sentía tan culpable y tenía tanto miedo de que su marido o algún conocido les viera, que se pasó el tiempo con la cabeza cabizbaja retorciéndose las manos. Para compensar el desatino, se la llevó al coche y allí empezó a besarla, pero -contrariamente a lo que él había imaginado- su pelo olía a coliflor, sus manos a berengena y su cuello a col lombarda. Para compensar el despropósito le susurró al oído “me fascinas” y ella -contrariamente a lo que él había imaginado- empezó a reir como una loca, con una carcajada estridente y desagradable. 
Entonces explotó, la criticó, le gritó, la despreció, la juzgó, sacó toda su decepción y su ira y juró no volver a verla. Ella sonrió suavemente mientras bajaba del coche y una voz totalmente transformada, grave y càlida, sensual, irreal, le dijo: “Querido, todo esto te ha ocurrido por confundir la fascinación con el amor. Si algo o alguien que no conoces crece en tu pensamiento de manera irreal, no lo amas realmente, sólo amas la idea que te has hecho de ella. La fascinación es una trampa, una distracción, un sabotaje para no aprender a amar”. 
Lo cierto es que no volvió a verla en el supermercado y llegó a creer que todo lo había soñado. Pero desde ese día dejó de perseguir dulcineas.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Tienes razón, aunque suele haber excepciones, y "fascinaciones" salen para adelante...

Glo.Bos.blog dijo...

Idealizar a alguien a quien solo conoces de verlo es muy peligroso. Rara vez se corresponde la realidad con la fantasia (o la fascinación) que has creado. Y si salen adelante, como dice Rombo, es la excepción que confirma la regla.

Ada dijo...

Rombo, Globos, así es. ¿Pero no pensáis que, en realidad, eso lo hacemos todos aunque no queramos reconocerlo?

Anónimo dijo...

Lo hacemos todos... e insisto... a veces, aunque sea excepcional, sale bien. Lo digo por experiencia...

Sbm dijo...

Me fascinas... pero tengo la suerte de que nunca te conoceré

jejeje

Repito: me fascinas.

Un beso, Ada.

fra miquel dijo...

Ocurre, no sólo con las personas; Las películas basadas en libros que hemos leído y que nos fascinaron pueden decepcionar mucho.
En el mundo blogger seguro que ocurre muy a menudo:
Sin ir mas lejos... puedes haberte hecho una idea de como soy yo mismo y el día que nos conozcamos, si llegase ese día, tal vez no sea como te imaginas ;o)
besos

PS: Por si te lo imaginabas...de natural, no llevo hábito ;D

Ada dijo...

Sbm :) gracias

Fra Miquel, ¿no llevas hábito? pues entonces no me interesa nada conocerte :)

el paseante dijo...

Mañana intentaré revivir esta historia con la chica de la pescadería del Mercadona.