Le llamaban el mono iracundo porque, a diferencia del resto de los monos del zoo, se pasaba las tardes enganchado al cristal de su jaula, escupiendo los cristales y enojándose por las visitas. Todos decían que era un mono insoportable, pero lo cierto es que era el más lúcido de todos: simplemente no quería estar ahí.
No había nacido en cautividad, nuestro mono iracundo, de hecho su destino era otro: aquella selva verde como el corazón de las esmeraldas, aquella humedad caliente y todas las lianas del mundo para viajar por las ramas, aquellos plátanos dorados y grandes, y todos esos peligros salvajes que le obligarían a ser más rápido, más ágil, más audaz o más inteligente.
Sin embargo, nada más nacer, lo cazaron, lo vendieron, lo humanizaron y le obligaron a vivir en una casa lujosa al lado de muñecos inanimados, juguetes de colores, y un niño regordo y malcriado que le estiraba su pelo blanco y le metía los dedos en los ojos.
Le mordió, claro, y aquellos hombres que parecían monos, lo golpearon entonces y lo tiraron desde un coche en marcha, hacia el fondo de una ladera, también verde como su selva. Pensaba que estaba en el paraíso de los monos, un lugar hecho a su medida, como todos los cielos imaginados, pero todavía no era su hora y alguien lo encontró, lo rescató, lo curó y lo encerró desde entonces en ese zoo.
Ahora vivía con otros. Pero ellos no recordaban lo que era ser libre, ellos no podían estar enfadados.
El mono iracundo escupía a las visitas, pero el cristal le devolvía su propia saliva; golpeaba con sus puñitos, pero el cristal le crujía los huesos; se pegaba a él horas y horas sin comer, sin jugar, sin dormir, pero el cristal sólo le devolvía su imagen iracunda.
El cristal, como la ira lo es para los iracundos, era su cárcel. Y es curioso, todos sabemos que el cristal es transparente y sólo puede verse cuando chocamos contra él. El mono iracundo nunca fue lo suficientemente humano como para saber que ignorándolo desaparecería a su vista, y aunque siguiera estando enjaulado, podría olvidarlo de vez en cuando.
5 comentarios:
yo también soy ese mono demasiadas veces, monada. un abrazo desde el otro lado del cristal
Tus historias cada día son más y más especiales.. Eres un pozo sin fondo, y es super placentero venir por aquí. En tu casa (blog) todo es posible...
Beso.
Todo lo que toca a los animales me encoge... no soy capaz de pasar por una tienda de animales, así que imagínate...
Un beso :-(
ElChiado, :)
Rombo, la creatividad es como los músculos: se activa ejercitándola. Gracias!
Sbm, quien dice mono dice persona...:)así que imagínate...
En el fondo todos somos monos enjaulados (o encorsetados por unas normas sociales, que es lo mismo) desde que nacemos.
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