Comía poco desde hacía un tiempo. Se limitaba a lamer durezas como si fuera fácil extraer algo tierno de lo rígido, como si fuera fácil sacar agua de una piedra o un tronco seco. Se alimentaba de aromas, de hecho. Y de todo lo que tenía guardado en el recuerdo.
Era un tiempo de vacas flacas... y las únicas bocas donde entraba eran las del metro, y los únicos cuellos que rozaba eran los altos de los jerseis de lana, y los únicos muslos que mordía eran los de pollo y el único refugio que tenía era su hogar cálido y aquellos recuerdos temblorosos de alientos húmedos en los oídos y roces suaves en la nuca y en los labios.
Era un tiempo de vacas flacas y ahora sabía que el deseo y el goce, sorprendentemente, tenían huesos.
7 comentarios:
suaves roces...
Siento no tener más palabras que decir que "qué bonito". Pero...
¡QUÉ BONITO!
Un beso.
Lo malo es que esa enfermedad sentimental se transmite a los humanos. Por eso, hace siglos que no tomo carne de vaca flaca.
Un poco triste el pensamiento...Pero nada puede ir a peor. La cosa solo debería mejorar...
Jajajajja madre mía, que díitas llevamos las bloggeras no?
un besito, pero... todo va y viene. Que espere un poco.
Monica, suaves roces, sí...:)
Sbm, gracias gracias :)
Paseante, la abstinencia nunca es la solución
Rombo, un poco triste y un poco flaco...
Ana, :) :)
Si, es cierto, cada día la vaca está un poco más flaca, ¿cuando, en verdad, acabará esta racha?
Besos
Piedra
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