Paseaba cerca del mar y se preguntaba dónde estaba la luz. Muchas personas a su alrededor la habían perdido. Se limitaban a dormitar bajo el sol y lamentarse o a inventarse teorías extrañas para justificar la oscuridad o a esconderse en caparazones herméticos e infranqueables o a empezar a odiar con más o menos evidencia.
Echaba de menos la luz; echaba de más el egoísmo, el desequilibrio, las teorías alienantes de extraterrestres y finales del mundo, el clasismo, la xenofobia, la intolerancia, la agresividad. Echaba de menos la sencillez y la humildad, la sonrisa, la claridad, la pasión, la belleza.
Alzó la vista y entonces vio un cielo anaranjado, lleno de luz, y supo que no debía desfallecer todavía.
5 comentarios:
tu siempre dándome ganas con las fotos...
Mónica :)
Ada...
La culpa siempre es de los demás (que quede constancia de esa gran verdad). Esas aves, ¿son pelícanos o tucanes?
Son cormoranes.
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