Aquel era un lugar bien extraño: en una de las arterias comerciales más conocidas de la ciudad, justo al lado de una fuente se abría un pequeño patio interior y allí en un cartel luminoso, estéticamente desubicado, y con una gran flecha de neón, se podía leer "Probadores". Me extrañé: no había ninguna tienda alrededor. Pero la curiosidad era demasiado fuerte así que me acerqué despacio buscando alguien que me diera alguna respuesta. Pero no había nadie, sólo la escultura de un niño negro con rasgos blancos.
Una cortina de terciopelo color añil, pesada como las de las iglesias, separaba el probador del exterior. La aparté con dificultades y entré. Entonces sonó una música de violines y una voz en off, grave y masculina, me invitó a cambiarme de ropa.
- ¿Què ropa? -respondí bajito-, no hay ninguna ropa.
De repente, apareció ante mi un traje gris perla: falda de tubo hasta la rodilla, camisa blanca semitransparente, chaqueta entallada, medias de seda, zapatos negros de tacón a lo Letizia y un pequeño bolso también negro incrustado de cristales que formaban una gran C.
- Pruébatelo -ordenó la voz en off-, y serás una persona nueva mientras lo lleves.
No pude resistirme y así lo hice. De repente, mi pelo alborotado se definió en rizos brillantes y elásticos y en mi rostro, normalmente, limpio, las pestañas se me multiplicaron, los labios adquirieron un brillo gloss muy acorde con los cristales del bolso y mis mejillas un tono rosado artificial pero elegante.
Salí del probador y mis pies iniciaron un camino desconocido. Sin voluntad propia fui capaz de entrar en un gabinete de abogados, atender a varios clientes, almorzar con un fiscal y mi secretaria en una arrocería de lujo, tener sexo, puro sexo a media tarde y de pie, en el cuartito de las fotocopiadoras, con el joven becario del gabinete y a última hora de la tarde recibir un masaje relajante con exfoliación y baño de espuma.
Al día siguiente, de camino al trabajo, paré de nuevo enfrente del probador. De ahí salí con un vestido de lana a rayas de colores, unos leotardos granate de lana, unos botines de piel girada y un abrigo a cuadros con botones muy grandes, como de payaso. En la solapa llevaba una libélula de tela, echa a mano, y en mis orejas pendientes de ganchillo. Mi pelo, de nuevo alborotado, tenía reflejos caoba, y con la cara bien lavada, me dirigí a mi clase de patchwork, antes de pasar por el mercado ecológico para reservarme la comida del mediodía, impartir las clases de inglés a los chicos de bachiller, las clases de repaso a los niños de primaria y a última hora, la de informática a los ancianos del barrio.
Y así estuve durante un mes, haciendo probaturas de vida, cada día algo diferente. No sabéis cómo aprendí. Lo jodido, y que Dios me perdone por lo impropio de esta palabra, es que ayer me vestí de monja y hoy, Santo Cielo!, el probador ya no estaba.
8 comentarios:
La voz en off tenia razón... Probarlo te ha cambiado la vida. Je je ;o)
Felicidades!
Una de las mejores historias que te he leído
B7s
IM-prezionante.
Dame un trozo de tu coco, o vístete de pensamiento y dame clases de creación. Te regalaré un probador, a cambio, que te despoje de los hábitos ;-) salvo que te sientas cómoda, claro.
Me ha sorprendido gratamente tu palabro y alguna otra cosilla :-)
Un besito.
Muy entretenido, con ese final tan sorpresivo y ese lenguaje ameno, cercano y espontáneo. Me ha gustado. ¡Qué buena elección tu cabecera! Nada menos que la Venus de Boticcelli, me encanta la pintura renacentista de los grandes maestros italianos. Felices Fiestas.
Saludos
Fra, estos cuentos chinos míos que adquieren vida propia.
Sbm, otras veces ya he dicho que creo que me posee el espíritu de algún escritor o escritora cuando me pongo delante de la pantalla. Gracias a dos palabras, una del Paseante y otra de País Secret, ha salido este cuento chino. No lo planeo. Las letras me poseen.
Víctor, bienvenido. Elegí la Venus porque no se parece nada a mí :) Pero es posible que pronto, entrando el 2012, haya algún cambio.
Pero tu sueño que sería abogada o maestra de inglés?
Tú lo que quieres es liarte con Fra Miquel y no sabes cómo hacerlo. No te ha dado por escribir: "Lo jodido, y que Dios me perdone por lo impropio de esta palabra, es que ayer me vestí de paseanta y hoy, Santo Cielo!, el probador ya no estaba". Y que conste que no son celos.
Monica, ni una cosa ni la otra.
Paseante :)
Inquietante y divertido.
Escribes muy bien, Ada y tienes mucha imaginación.
Enhorabuena.
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