Verano efervescente, explosivo de emociones, llanto y risa en proporciones alquímicas y algunas decisiones, como pepitas de sandía, que no deben tragarse. Las escupo en un papelito blanco, en un sobre hecho de urgencias y parecen dientes que me caen, parecen trozos de noche, manchas de animal salvaje, los lunares de mi cuerpo.
Me como la fruta y dejo que su jugo se pegue en mi piel. Debajo de la nariz, me cuelgo la tajada de sandía y es una carcajada roja y desdentada que hace que mi cara sea preciosa. La disfruto. Podría ser más dulce. Deseo que sea más dulce. Pero es la que es, la que compré, la que arriesgué a tener, mí sandía, mi risa.
4 comentarios:
Me gusta tu blog... Tiene algo especial...
¡Ñam, ñam, qué rica la sandía! Eso sí, nunca olivides el dicho aquel de: "La sandia (y el melón) por la mañana oro, por la tarde plata y por la noche mata"...
Es muy buena, sana y diurética, pero, desde luego, no para la noche, al menos para mi delicado y sibarita estómago, ¡jajaja!
Saluditos calurosos,
Ámber
Gracia, Rombo. Lo mismo sentí cuando leí el tuyo.
Amber, buenísima. Y a mi por la noche no me sienta mal, lo único que al ser diurética pues te levantas mil veces.
trozos de noche...
maravilloso! amo las metáforas, y en tus escritos me regodeo con ellas! :)
me encantó eso de "algunas decisiones, como pepitas de sandía, que no deben tragarse" glup!
sigo sigo (recien me comi un turrón!) :)
Publicar un comentario